Filmin: Crónica Donosti 2019: "A Dark Dark Man" muerte entre las espigas

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Una de las propuestas más exóticas y singulares de la Sección Oficial es la del director kazajo Adilkhan Yerzhanov, quien se revela como un notable creador de imágenes con este thriller áspero cargado de humor negro no apto para espectadores con prisas. 

¿De qué va? 

El cadáver de un niño aparece en el lugar más recóndito, seco y perdido de Kazajistán. Alguien convence al tonto del pueblo para que cargue con el muerto y la policía pueda cerrar el caso en un suspiro. Al taciturno inspector Bezkat se le pide que siga el procedimiento de siempre: no hacerse muchas preguntas, que el cabeza de turco aparezca colgado en su celda, y olvidarlo todo rápidamente. Pero parece que Kazajistán quiere empezar a hacer un poco mejor las cosas, y desde instancias superiores mandan a una periodista para que elabore un informe sobre el trabajo de la policía local, lo que lógicamente va a complicar mucho las cosas para Bezkat. 

¿Quién está detrás? 

El director kazajo Adilkhan Yerzhanov es desconocido incluso para el crítico occidental asiduo a festivales, si bien es cierto que participó en la sección Un certain Regard del Festival de Cannes en 2018 con "La tendre indifférence du monde".  Este es su séptimo largometraje como director.

¿Quién sale? 

Rostros totalmente ajenos por estos lares como el del debutante Danial Alshinor, notable en su contención interpretando al policía Bezkat, o Dinara Baktybaeva, que encarna a la periodista Ariana.

¿Qué es? 

"Dogs", de Bogdan Mirica + la mezcla de humor negro y violencia árida de los hermanos Coen + unas pinceladas, con mucha menos intensidad, del humor absurdo de Bruno Dumont. 

¿Qué ofrece? 

No es muy habitual que una película sea capaz de hablar de algo tan oscuro como el secuestro, violación y asesinato de niños por parte de las oscuras sombras del poder con un tono tan despreocupado, ingenuo incluso, como el que muestra "A Dark Dark Man". La primera secuencia resulta bastante representativa del conjunto global del film. Unos niños juegan con un discapacitado mental a la gallinita ciega en un campo de trigo. Con los ojos vendados, el enfermo se sale del camino y acaba en un lugar desplazado eyaculando en un botecito de plástico, siguiendo las instrucciones de un hombre de negro que le ha convencido a cambio de una chocolatina y cuatro duros. La inocencia con la que el tonto del pueblo acaba metido en un lío de mil demonios sin ni siquiera ser consciente de ello contrasta con los mecanismos perfectamente engrasados de un poder corrupto que sabe quién y cómo debe limpiar la sangre para que no deje mancha. De hecho, toda la película es el reflejo de un contraste que acaba afectando a su tono bipolar: mientras nosotros jugamos despreocupados a la gallinita ciega, ellos violan y matan a nuestros hijos. Por ello, su humor tontorrón, en ocasiones naïve, es un chirrido discordante en una partitura sombría que Yerzhanov construye sobre planos infinitos, con un ritmo en ocasiones exasperante. 

No es difícil adivinar el influjo de los thrillers primerizos de los Coen en las huellas de un director que sabe construir imágenes muy trabajadas, que se ganan nuestro respeto porque no apabullan pero sí sostienen la identidad extraña de la película. La silenciosa quietud del conjunto y sus fugas hacia el absurdo pueden resultar incómodas para el espectador, pero nadie puede negarle personalidad y carácter a esta singular propuesta en la que un chiste sobre un ciervo que sodomiza a un oso puede anticipar una masacre.